25.2.13

Rocío:

Diecinueve años que su corazón late, diecinueve años que sus preciosos ojos marrones pestañean, diecinueve años que respira y tan sólo dos que la conozco. Tal día como un 15 de septiembre de 2011 fue la primera vez que nos encontramos, aún sin saber que seríamos las mejores amigas que se podía pensar. Y que decir que a estas alturas es la persona que mejor me conoce, y es que la distancia no ha impedido que podamos ser hermanas. Hermanas no de sangre pero si de corazón. No hace falta mucho para quererla, ella sola se sabe hacer querer. Y la pregunta es, ¿Por qué ha aparecido de repente en mi vida? ¿Y la respuesta? No la sé. Simplemente entró, como un fuego enfurecido arrasándolo todo a su paso, fuerte cono un aire huracanado, y lo hizo para quedarse, porque una persona así no puedo desperdiciarla dejándola escapar. Quizás sea una egoísta, pero solo  porque no quiero que se aleje de mi, ya que en tan poquito tiempo de  mi vida, exactamente dieciocho meses, son los suficientes para apreciar lo que vale y quien no se de cuenta de ello debe de estar ciego. Siempre con su sonrisa encantadora y sus adorables ojos marrones. Su alegría contagiosa y su buen humor, su simpatía y su generosidad. Sabe hacerme reír y eso me gusta. Siempre, aunque no sé como, consigue sacarme la sonrisa que me falta. Y es que la monotonía de la rutina no existe en mi vida si ella esta conmigo. Cada día es diferente, una sonrisa diferente, una carcajada diferente. Carcajadas que expulsas hasta la última bocanada de aire que tienes en el cuerpo y aún así no puedes dejar de reír  Esa sensación provoca ella en mi, esa y muchas más. Me ayuda a creer en mi, a creer en los demás, porque creo en ella. Creo no, sé lo preciosa que es, lo que ilumina su presencia y su vitalidad el lugar en que se encuentre y lo importante que es para mí. Porque he de decir que aunque sólo sean dieciocho meses a su lado de mis diecisiete años, la quiero mucho y espero que me deje ver y vivir junto a ella todo lo que a sus ojos le queda por conocer de este mundo llamado vida. Ahora su vida y mi vida, unidas en el mismo camino y mirando hacia la misma dirección. Felicidades mi pequeña pero enorme princesa. Te quiero.