Llegué a aquel lugar, aparentemente normal. Todo parecía estar bien, pero solo era una apariencia escondida tras la realidad que no queríamos ver. El ambiente estaba cargado de una sensación un tanto extraña. De golpe y porrazo todo había cambiado, nada volvería a ser igual, ninguno de los dos se comportaría igual. No fue el odio ni el rencor los que nos llevó a esta situación. Tan sólo nos dijimos lo que pensábamos, lo que sentíamos. Desafortunadamente eran sentimientos contradictorios, quizás confundimos términos. Pero eso ya da igual, nada podemos hacer para cambiarlo. Bueno, tal vez si, tal vez podamos actuar, pero resultaría inútil y sería cínico. Quizás debamos olvidarnos de todo y seguir hacia delante el uno sin el otro. De nada vale dedicar sonrisas sólo por cumplir. Será lo mejor para los dos. No habrá más lágrimas, no habrá más “un nosotros dos”. Será el adiós definitivo.