11.9.13

Sequía de te quiero.

La lluvia comenzó a la par que el orgasmo nos invadió. Juntos.
La sequía se hacía interminable, estaban en los recursos más extremos, al igual que el "tu y yo" abandonado. Se me hacía insoportable el verano sin agua, el verano sin tus "besos". La cosa estaba "fría" en un ambiente "caldeado". La pelea nos dejó sin aliento, sin reservas, pero dicen que tras la tempestad llega la calma, aunque hay veces que vuelve la tormenta. Y así, el juego comenzaba. Deseo, lujuria y amor en una misma sala, justo la misma que nosotros ocupábamos, esa sala caliente y obviamente no por la sequía... La discusión fue fuerte, requería fuerzas extremas, tendría que sacar mis mejores armas. Por eso me puse mi combinación transparente, con liga a juego, la misma que obviaba la presencia de bragas. Te volvía loco y me encantaba. Pero la sorpresa me la llevé yo, cuando llegaste despeinado, sin afeitar y con la toalla de la ducha enrroscada en la cintura, eso sí que me hacía perder la poca cordura que tenía. Ya venías con tus propios planes. Babeaba por ti, y no por la boca precisamente... En tus ojos veia el fuego, un fuego enfadado y a la par excitado. Me había portado mal, de eso era consciente y para aprender la lección me adoctrinabas con tu dosis de tortuoso placer, no recibía otro nombre que "tortura", pero una dulce cómo el azúcar. Ni me permitiste rozarte, me ataste la pierna derecha a una pata del escritorio, y con la izquierda hiziste lo mismo en la otra horizontal. Mi culo rozaba el borde de la mesa y podía notar la esquina que hacía la madera clavandose en mí. Me empujaste hacia atrás, tirando de mis hombros y besándome del revés, hice el camino sola. Me amarraste las manos sobre la cabeza y desapareciste entre la oscuridad del antifaz. Mi cuerpo ya sabía que ibamos a jugar y respondia  perfectamente a las señales. Noté una ligera presencia derramarse en mi vientre y seguido una lengua lo recogía saboreando mi piel. El proceso se repitió por todo mi cuerpo y cada vez que notaba el húmedo contacto se me estremecia el alma, y todo lo demás. Se me contraian los musculos de ahí abajo ante el dulce estímulo. Un dedo y después otro entraba dentro de mí y formaban círculos perfectos, lenta agonía que te pedía a gritos que parase ya. Una bola y después otra, me encantan tus juguetitos sexuales. Mientras que besabas, lamias, chupabas y mordisqueabas con cuidado mis pezones, yo me retorcia de placer ante ti y la vibración de mi parte íntima. Sacaste las bolas con cuidado, algo que me dejó exhausta, mi cuerpo queria un respiro pero tú me penetraste a fuerza, sólo un golpe seco y fugaz, y ahí comenzó lo realmente bueno, el ritmo era de lo mas exquisito, uno rápido, que frotaba cada parte tuya con las mias. Mis pechos se erizaban y las piernas me temblaban, ante la posibilidad de un posible abismo venidero, cuando creía que ya no podia soportarlo más, cambiaste el ritmo, a uno lento, demasiado, y fue la gota que colmó el vaso, la gota que brotó de la mas oscura nube.